jueves, 29 de septiembre de 2011

HACKER`S FANTASIA O REALIDAD

Está claro que este año ha sido el de la explosión de los delitos informáticos en nuestro país. El vandalismo de páginas en la red se ha vuelto un riesgo común para políticos y entidades estatales; no hay día que no veamos una noticia de ese tipo. “Intentan ataque de hackers a la Registraduría”, dice un titular de este diario de la semana anterior.
Otro caso común es el robo de contraseñas de Twitter, Facebook o de correo; esto le ha ocurrido a famosos desprevenidos de la farándula nacional, pero también a personalidades que cuentan con el mayor aparato de seguridad para protegerlos, como el presidente Santos o el expresidente Uribe. En cuanto a los fraudes financieros por medios electrónicos, por cada uno de los que nos enteramos por la prensa debe hacer cien otras personas o empresas que están siendo víctimas de ellos sin siquiera sospecharlo. Desafortunadamente, la característica común de todas estas noticias es la falta de profundidad, lo que deja a los lectores más confundidos que informados acerca de un tema que ya de por si es misterioso.
La imagen del hacker ha sido, hasta ahora, un monopolio de las fantasías hollywoodenses. En los ochenta se trataba de un muchacho de gafas y acné, jorobado sobre un teclado en el sótano de su casa, que desataba accidentalmente la Tercera Guerra Mundial mientras intentaba por diversión penetrar un sistema del Pentágono. En los años siguientes, a medida que los computadores crecían en popularidad y estatus dentro de la cultura, y que el Internet los conectaba y los volvía más sociables, el hacker pasó a ser una figura más sexy, interpretada por actores más taquilleros: Sandra Bullock, Angelina Jolie, Hugh Jackman. La última versión en llegar a la pantalla grande —y también la más compleja y atractiva— es la Lisbeth Salander del novelista sueco Stieg Larsson: bisexual, con piercings y tatuajes, atormentada, antisocial, feminista, con síndrome de Asperger y con propensión a la violencia no solo virtual sino física.
De allí viene que la sociedad tenga del pirata informático una imagen tan fantástica como la del pirata de parche, pata de madera y loro al hombro. Pero el personaje no solo es real, sino que está presente en organizaciones de todo tipo. Pasa desapercibido, porque es un empleado más, sin señales distintivas como el tatuaje de dragón que adorna a Lisbeth. Tiene acceso a sus claves, su información financiera y sus datos privados. Y cada vez más utiliza esas herramientas no solo para la invasión de la privacidad o el vandalismo (o para hacer justicia, como la heroína de Larsson), sino para el chantaje y el hurto. Lo que le da al hacker un incentivo monetario para hacer su labor e incluso para organizarse en conciertos criminales.
Nadie sale de casa dejando puertas o ventanas abiertas, y sin embargo es exactamente eso lo que hacemos con nuestros computadores personales y teléfonos inteligentes. Estamos expuestos constantemente, a un descuido de ser víctimas de una suplantación de identidad o de un robo, y usualmente sin darnos cuenta de que hemos sido afectados.
La seguridad informática es un asunto complejo, más aún que la seguridad física. Cambia todos los días, porque la tecnología avanza rápido y las defensas tienen que evolucionar a la par. El primer paso es la concientización, y para eso unos medios bien informados serán de ayuda. Pero hará falta mucho más que eso, y en los años siguientes el tema será una fuente de frecuentes malas noticias.

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